El Partido Revolucionario Institucional es la organización política emanada del movimiento social revolucionario de 1910, que se impuso la tarea histórica de conducir el proceso de construcción de una nación moderna, soberana, independiente, democrática y justa.

Por razón de su origen y, sobre todo, de su misión que implicaba la adhesión y participación en sus tareas de las mayorías populares, fue un partido hegemónico en el poder hasta fines del siglo XX.

Nuestro partido nació en 1929 como una organización política necesaria para impulsar el cumplimiento de los postulados de la Revolución Mexicana, plasmados en la Constitución de 1917, que perseguían una nueva sociedad igualitaria y democrática en la que imperaran los valores de soberanía, independencia, libertad, democracia y justicia. El partido fue el interlocutor de la sociedad ante el gobierno, en apoyo de las demandas sociales de la mayoría de la población.

Por estas razones, durante décadas nuestro partido hizo valiosas contribuciones al desarrollo nacional, impulsando políticas públicas que permitieron progreso y bienestar. Los gobiernos postrevolucionarios crearon instituciones de fomento económico, una vasta infraestructura económica y social, los sistemas de educación, salud y seguridad social e impulsaron la reforma agraria como instrumento de redistribución del ingreso que facilitó la industrialización de México.

Durante un largo periodo la economía mexicana registró altas tasas de crecimiento, incluso comparativamente a nivel mundial, y las clases populares tuvieron empleo e ingreso, salud y educación. Se formaron los recursos humanos necesarios para el desarrollo de la época. Se propició la movilidad social de los mexicanos y su integración a la vida productiva. Basta simplemente con señalar que de 1950 a 1980 el Producto Interno Bruto del país creció a una tasa anual de 6%.

No obstante lo anterior, en la década de los ochentas se enfrentaron difíciles circunstancias económicas y políticas que propiciaron un cambio en el modelo de desarrollo con la privatización de las empresas públicas, la apertura comercial y la desregulación de la economía, de acuerdo con las tendencias internacionales para privilegiar el mercado y reducir sustancialmente la intervención del Estado en la economía. Con este modelo, de 1980 al 2010 el PIB de México creció al 2% anual.

Los resultados del modelo propiciaron el debilitamiento de la rectoría del Estado en la economía, el surgimiento de monopolios y oligopolios, el insuficiente financiamiento a la planta productiva y al campo, la falta de certeza jurídica por una excesiva judicialización de la vida económica, la reducción de las tasas de inversión pública y privada, y de la generación de empleo formal. Todo ello se reflejó en la disminución del bienestar debido a una mayor desigualdad y pobreza.

Nuestro partido pagó un alto costo por los problemas de la economía nacional. En 1988 ganó las elecciones con el menor porcentaje de votos desde su fundación. En 1997 perdió la mayoría en la Cámara de Diputados, y también la Presidencia de la República en el 2000. Esta pérdida paulatina del poder se debió a que los ciudadanos cobraron al partido en las urnas las decisiones económicas que afectaron drásticamente su bienestar.

Al inicio del nuevo siglo se registró la primera alternancia política en el ejercicio del poder federal desde 1929. La población otorgó su confianza al Partido Acción Nacional para que iniciara un nuevo rumbo del desarrollo nacional. No obstante que el nuevo grupo gobernante tenía una excelente oportunidad para resolver los problemas existentes, su desempeño no correspondió a las expectativas sociales para impulsar el crecimiento y elevar el bienestar social de todos los mexicanos.

El fracaso del panismo obedeció básicamente a la falta de madurez política y a las actitudes vindicativas de quienes encabezaron las dos administraciones sexenales. Nunca entendieron que en las democracias modernas con una alta pluralidad política, el ejercicio del poder se sustenta en negociaciones y acuerdos con los partidos de oposición. Es obvio que hubo una falta de oficio, que se tradujo en una parálisis institucional que afectó nuestro desarrollo de diversas maneras.

En consecuencia, la falta de resultados de los gobiernos panistas llevaron a los ciudadanos a reconsiderar sus preferencias electorales y sufragar en forma mayoritaria por el priismo. Se impuso la memoria colectiva de una época de eficiencia, progreso y bienestar. La población reclama volver a tener las condiciones de vida que conoció con los gobiernos priistas.

De esta manera, con el triunfo electoral del pasado 1º de julio, nuestro partido enfrentará el enorme reto de cumplir con el mandato de la población que mayoritariamente le otorgó su voto para fortalecer la gobernabilidad, debilitada por la mayor crisis de seguridad pública que hemos vivido, crear nuevas condiciones para el crecimiento económico con más empleos y salarios dignos, así como mejorar rápidamente los niveles de bienestar de una población empobrecida.

En esta nueva situación, el partido tiene una importante responsabilidad debido a que sigue siendo la organización política más importante de México, o sea, el principal intermediario de la sociedad ante el gobierno para promover sus demandas y defender sus intereses.

De ahí que una de las principales tareas del partido sea impulsar la creación de un nuevo modelo de desarrollo, que es en esencia un conjunto de políticas públicas encaminadas a reorientar el rumbo del desarrollo y donde se deben recoger las mejores experiencias del pasado a la luz de las nuevas circunstancias nacionales e internacionales, así como establecer nuevas iniciativas públicas, privadas y sociales derivadas de las necesidades actuales que ha expresado la población.

Por ello, nuestro partido debe postular una política económica con base en los principios y valores establecidos en la Constitución de la República, donde el Estado vuelva a tomar un papel de promotor del desarrollo, debido a que el mercado, por sí mismo, no puede garantizar el crecimiento, ni el bienestar social, ni el desarrollo equilibrado, ni la atención a los pobres y marginados y mucho menos promover mejores condiciones de vida para las mayorías del país.

No se trata de volver al pasado, sino de reorientar el desarrollo para cumplir con los mandatos constitucionales. Es relevante observar que en los países emergentes donde hay una clara intervención del Estado en la economía, como en China, Rusia, India, Brasil y, en general, en los tigres asiáticos, se registran altas tasas de crecimiento económico y en los países con predominancia del mercado están disminuyendo tales tasas o hay recesión como en EU y en Europa.

Adicionalmente, debe señalarse que el nuevo modelo económico no sólo impulsaría el crecimiento y la generación de empleos, sino que tendría efectos favorables en la gobernabilidad y el desarrollo social, al crear condiciones para evitar que los poderes fácticos impongan su lógica al gobierno y se abran caminos para reducir en el menor tiempo posible los graves problemas de desigualdad y pobreza existentes, que presagian conflictos sociales en el mediano plazo.

En síntesis, debemos encontrar formas para lograr el redespliegue de nuestras fuerzas productivas hoy subutilizadas en prácticamente todos los sectores de la economía nacional, con objeto de volver a construir nuestras cadenas productivas y ampliar nuestro mercado interno, para garantizar el acceso de los mexicanos a puestos de ocupación formales, duraderos, con prestaciones que garanticen al término de su vida laboral pensiones para vivir en forma armónica y pacífica.

El partido debe desempeñar un papel importante en el desarrollo en los próximos años, percibiendo con sensibilidad las demandas de la población y actuando en consecuencia en el ámbito gubernamental.

Por ello, el partido debe ser el partido en el gobierno y no el partido del gobierno. Debe ser un partido que influya en el poder y no subordinado a él. Debe tener capacidad para reclamar y evitar las desviaciones de los gobiernos emanados de sus filas, sin importar su nivel y no permitir que se le reduzca a una función de oficina de asuntos electorales del gobierno. Para ello debe ser vigilante de la función pública y demandar responsabilidades a sus militantes en el gobierno.

Lo anterior implicará un fortalecimiento generalizado del partido para que tenga la capacidad de promover la participación organizada de la sociedad en el diseño y ejecución de programas y acciones de gobierno, en un proceso hacia una democracia participativa que se desarrolle con base en la organización social impulsada por el partido y en las relaciones de coordinación de las estructuras partidistas y del gobierno responsables de la función pública en todos los órdenes.

Esto impone al partido la tarea de reflexionar en torno a cómo lograr mantener, en las nuevas circunstancias, su relación de militancia (individual o colectiva), de adherencia y simpatía con las organizaciones sociales y con el gobierno, así como encontrar las nuevas motivaciones que impulsen a adherirse o permanecer en el partido a campesinos, obreros, clases populares, profesionistas, intelectuales, empresarios, mujeres y jóvenes, en función de los valores del partido.

Una base de arranque para esta reflexión podría ser un propósito expresado por Enrique Peña Nieto al recibir la constancia de presidente electo: postuló la unión de los mexicanos para encaminarnos a ser una potencia emergente. Este es un proyecto de largo plazo. Su principal condicionante en la actualidad del mundo es compleja. Consiste en crear una sociedad del conocimiento, de acelerado avance en investigación científica e innovación tecnológica, así como de competitividad.

Lo anterior implica, para el partido, una reforma integral. La base de partida propuesta para iniciarla –llevar a México a ser una potencia emergente– conlleva, en el contexto del país y el mundo, replantear y actualizar el proyecto nacional de desarrollo previsto en la Constitución General de la República.

Se trata ahora de señalar y motivar, como se hizo en el pasado para construir al México moderno, el papel que deberán desempeñar, y sus motivaciones o alicientes, sus grupos humanos, los poderes, las instituciones, los niveles de gobierno y el Estado para colocar al país en el mundo como una potencia emergente. La tarea es enorme. Las grandes tareas se cumplen mediante pequeños pero incesantes pasos. Para el partido, ya sonó la hora de iniciarla.